Fray Antonio González Penín, mercedario
Orensano, fulgía por sensato, prudente, mortificado particularmente soportando agudos dolores reumáticos. Lo suyo eran los servicios más humildes, pero los hacía con veneración. Presenció cómo profanaban y quemaban su querida iglesia del Buen Suceso de Barcelona. Cuando se delató porque dijo Jesús ante un estornudo; lo golpearon, lo estrellaron contra las paredes repetidas veces. Su cuerpo apareció en el Hospital Clínico mutilado e irreconocible.
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